Nos da miedo que las pantallas conviertan a nuestros hijos en seres pasivos, también el hecho de que pierdan el tiempo haciendo algo «no educativo» y que el uso de dispositivos nos aleje de ellos.
Sin embargo, vivimos en un mundo en el que nuestros hijos ven cómo miramos nuestro teléfono más de 50 veces cada día.
Quizás se trate de sustituir miedos por oportunidades, seleccionar contenidos y encontrar el equilibrio en las horas de uso de esas pantallas. Podemos darles la utilidad educativa que también poseen permitiendo un acercamiento activo y no pasivo de los niños a esta herramienta de aprendizaje.
Si queremos comunicarnos más con nuestros hijos, una manera también puede ser hablar sobre lo que ven en esas pantallas, y sobre aquello a lo que juegan, ya que sin duda será un tema de gran interés para ellos y la fuente de una conversación más larga.