«Un niño que conoce y sabe gestionar sus emociones no sólo tendrá mejores resultados académicos sino que estará más preparado para el mundo laboral».
En este documental de Redes, Eduard Punset señala los problemas que todavía no se han sabido resolver en la educación actual como son: no saber lidiar con la diversidad cultural y de emociones que hay en las aulas, y la jerarquización tradicional de las asignaturas de las ciencias sobre las artes y humanidades. «Para corregirlo lo más eficaz es introducir el aprendizaje social y emocional».
En la entrevista que realiza Elsa Punset a René Diekstra, Profesor de Psicología y experto en Educación Emocional, (U.Utrecht) nos muestra lo importante que es «introducir la enseñanza de habilidades sociales y emocionales. Por ejemplo, la necesidad de planificar el aplazamiento de nuestra satisfacción no se consigue aprendiendo aritmética […]. El niño debe aprender a gestionar el autocontrol.»
Saber interpretar correctamente las emociones es clave en niños y, especialmente en la adolescencia. «Si enseño a un niño a interpretar bien las emociones de otros, mejorará sus capacidad de conectar y empatizar con ellos». El libro «El monstruo de colores» de Anna Llenas, un cuento infantil donde se enseña a los niños a identificar y expresar emociones ya se utiliza en muchas escuelas con los más pequeños.
¿Qué han de contener estos programas de habilidades sociales y emocionales? «Primero, aprender a percibir y gestionar tus propias emociones. Segundo, cómo construir y mantener relaciones. Tercero, cómo tomar decisiones responsables y éticas. Y cuarto, cómo ponerse en el lugar del otro».
Otra habilidad importantísima es «enseñar a enfrentarse de forma ética y eficaz a los conflictos». Tenemos que aprender a aceptar que hay conflictos que podemos solucionar y otros que no, si no, nos crearán mucha frustración y ansiedad.
Los beneficios de estos programas de aprendizaje social y emocional (SEL, Social Emotional Learning) se han demostrado en los siguientes campos: desarrollo de habilidades sociales, reducción de comportamientos antisociales, disminución del abuso de drogas, incremento de la autoimagen positiva, aumento del éxito académico, mejor salud mental y aumento de comportamientos prosociales.