«Mamá, ¡estoy aburrida!». Reconozcámoslo, cuando oímos esta frase corremos a buscar alguna distracción adecuada o un plan suficientemente atractivo para nuestros hijos «aburridos».
Los padres nos imponemos a nosotros mismos una gran presión por tener permanentemente a nuestros hijos ocupados. El ritmo de vida que llevamos en el que siempre tenemos que llenar nuestro tiempo haciendo algo nos lleva a sobreestimular la vida de los niños, con actividades extraescolares y organizando planes pensados para ellos.
La publicación Faros de Sant Joan de Déu nos trae un interesante artículo sobre la filosofía de vida Slow Parenting, «que cree que más deprisa no es siempre mejor. Que las personas y los niños necesitan menos actividades programadas y más tiempo en la naturaleza, menos entretenimiento y más paz interior». Nos propone compartir momentos de calidad con nuestros hijos que no tienen por qué ser siempre actividades excitantes. Se trata de parar y sacar tiempo para observarlos en los momentos cotidianos, de desconectar las pantallas y de compartir tareas sencillas en familia como un desayuno especial o un juego.
Además, el aburrimiento resulta incluso beneficioso para los niños ya que les ayuda a utilizar su imaginación, fomenta la creatividad y la resolución de problemas. Nos aconseja «fomentar simplemente el «ser«. No criticar nunca a un niño por no hacer nada». […].También es bueno dejarles solos, haciéndoles saber que estamos cerca y velamos por su seguridad, y dejar que «su juego y su privacidad se convierta en una manera que les permita desarrollar su propio ritmo y sus intereses».
En definitiva, planificar menos y hacerlo de una manera más sosegada, y si elegimos una actividad como «visitar un museo o un parque de atracciones, no hay ninguna necesidad de verlo todo».